¿Qué hay de malo? murmuró entonces el latente órgano.
Tras una discusión acalorada decidieron separarse, física y emocionalmente. Tras varias experiencias he aquí una reflexión que sale de mi cabeza, de mi pecho, de mi mano:
Y sí, ¿qué hay de malo en sentir? Aunque también, fíate tú de algo tan irracional y con altas posibilidades de fracaso, visto lo visto.
Pero creo que aún queda algo de esperanza, no hablo de enamoramientos fortuitos y duraderos, hablo de algo firme, estable, fuerte e irrompible (al menos durante el tiempo necesario). ¿Es muy optimista este dulce recoveco que a veces afirma desesperado su existencia? Quiero creer que no, y llegados a este punto en el que le doy un voto a favor desde mi espíritu y cuerpo, sólo puedo esperar que mi tan amado como odiado compañero el Tiempo me deje entrever lo que todavía no sé si puedo tocar, sentir, enlazar, querer...